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Cuando entra a jugar el ADN

“¡Asombroso!” “¡Mira mi ADN!”, exclamó el niño mientras sacaba las hebras del tubo de ensayo. Pronto se oyeron otras voces entusiasmadas mientras unas dos docenas de niños y un puñado de adultos empezaban a jugar con su propio material genético. Estábamos todos sentados alrededor de las mesas de un laboratorio del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, atraídos por los carteles que señalaban la “Escena Genética”. Nuestro experimento comenzó con todos enjuagando la boca con agua salada durante unos treinta segundos para recoger algunas de las células que se desprenden continuamente de nuestras mejillas. A continuación, se nos pidió que escupiéramos la solución en un vasito (y luego la transfiriéramos a un tubo de ensayo que contenía un poco de detergente).  

Tras agitarlo suavemente durante un par de minutos, el detergente rompió las membranas celulares y liberó las moléculas de ADN, que se solidificaron al añadir alcohol. A continuación, sumergimos una varilla agitadora en el tubo de ensayo y sacamos largos filamentos de ADN. Al final de la sesión, se les preguntó a los niños qué habían aprendido. Hubo algunas respuestas bastante buenas, pero la que realmente se me quedó grabada fue la del niño que gritó con tanto entusiasmo cuando vio por primera vez su ADN. Dijo que lo que había aprendido era que, cuando fuera mayor, quería estudiar biotecnología y convertirse en ingeniero genético. Un comentario bastante refrescante, dado que hoy en día mucha gente mira con recelo este ámbito de la ciencia. Las miradas con el ceño fruncido pueden deberse a menudo a la falta de comprensión de lo que es la biotecnología.

En suma, la biotecnología es la obtención de productos y servicios útiles a partir de procesos biológicos. No implica necesariamente la presencia de científicos con batas blancas de laboratorio observando placas de Petri. De hecho, la biotecnología se remonta a miles de años, probablemente al primer uso de la levadura para convertir azúcar y almidón en alcohol. El moho también es una pequeña máquina que produce una gran variedad de subproductos. Cuando los antiguos egipcios ponían pan mohoso como cataplasma en las heridas, estaban utilizando la biotecnología. El moho probablemente producía penicilina, no reconocida como tal, por supuesto, y ayudaba a curar la herida.

La forma en que estos microbios convierten las materias primas en productos acabados no se dilucidó hasta hace relativamente poco tiempo. El momento crucial llegó en 1953, cuando Crick y Watson desentrañaron la estructura molecular del ADN, la molécula que controla el funcionamiento interno de la célula. Las instrucciones para todo lo que hace una célula están codificadas en los genes, que son fragmentos específicos de ADN. Básicamente, los genes indican a la célula qué proteínas debe producir. Las proteínas son necesarias como material estructural y como enzimas, es decir, los catalizadores que controlan todas las reacciones que se producen en una célula. Una vez que se comprendió claramente el papel del ADN, se hizo evidente que, si se podía modificar su estructura, se podían alterar las proteínas que producía. En la década de 1970, esta manipulación, conocida como ingeniería genética, se convirtió en una posibilidad. Los genes podían transferirse de un organismo a otro o incluso podían construirse a partir de componentes fundamentales utilizando la “máquina de genes”.

Ahora estamos empezando a ver algunos resultados prácticos de esta manipulación genética. Por ejemplo, la fabricación de queso requiere una enzima llamada quimosina para separar la cuajada del suero. La fuente tradicional es el revestimiento del estómago de los terneros, pero ahora se ha aislado el gen que indica a la célula que debe producir esa enzima. Puede incorporarse al ADN de una levadura que, a su vez, produce la quimosina. Esto ha hecho que la producción de queso sea más eficiente. Mucho más dramático es el potencial tratamiento de personas que presentan deficiencias específicas del sistema inmunitario debido a un gen que funciona mal. Ya hay un caso en el que se extrajo médula ósea, se sustituyó el gen defectuoso y se volvió a infundir la médula en el hueso. El resultado ha sido la producción de células con genes normales.  

Hoy en día, la insulina para diabéticos es producida por bacterias a las que se ha transferido el gen de la insulina humana. Las bacterias también fueron diseñadas para producir ATP (activador tisular del plasminógeno), que ha salvado innumerables vidas cuando se administra después de un ataque cardíaco para disolver coágulos de sangre. Antes de la ingeniería genética, el ATP se producía por fermentación y era muy caro. 

Para cuando haya crecido el pequeño que quedó “maravillado” por el experimento en el museo, la ingeniería genética habrá producido maravillas. Mientras se alejaba, observé que metía su muestra de ADN en el bolsillo trasero de sus vaqueros. Unos vaqueros que pueden haber sido teñidos con índigo producido por el ADN recombinante y fabricados con algodón diseñado genéticamente para repeler a los insectos sin necesidad de plaguicidas.

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